FOTOGRAFIA EN SEPIA DE LAS NORIAS DE OTROS TIEMPOS.

… Almajalejo, Huercal-Overa y Las Norias.
El tren correo tirado por su máquina de vapor, envuelto en humo, llegaba su destino tras quince horas de viaje entre carbonilla, largas paradas intermedias, vaivenes e incomodidades, pero no importaba, llegábamos, para mi a la tierra prometida. Qué ilusión. Un año esperando este momento.

La estación, desaparecida en los años ochenta. Aunque pequeña, siempre estaba animada a la llegada de los trenes.

En aquella época era el jefe de estación Diego Benítez, y yo cuando el tren enfilaba los andenes, desde la ventanilla, veía su gorra de color rojo. Destacándose entre la gente que acudía a la llegada de los convoyes, bien como viajeros o simplemente por curiosidad, que desde la aldea allí se desplazaban dando un paseo.

Otro personaje que no faltaba a la cita era mi tío Pedro Carrasco. Era el cartero, que con su saca de correos e mano, se disponía a efectuar las tareas propias de su oficio.

Dicha estación estaba dotada de una marquesina, sostenida por seis columnas metálicas, clásico reloj con numeración romana, campana y en su despacho interior había instalado un obsoleto aparato de Morse, más tarde dicho aparato fue sustituido por un rudimentario teléfono de uso interno.

Este viaje, desde Baeza, lo hacíamos mi madre y yo todos los años a primeros de Septiembre y nos quedábamos hasta que pasaban las fiestas, que se celebraban el día de la Virgen del Rosario, Patrona de la Villa.
Después hablaré de estos humildes pero entrañables festejos.
Han transcurrido muchos años, pues esta narración se desarrolla en las décadas de los años cuarenta y cincuenta, pero en mi memoria están presentes con gran claridad todos los detalles, personas circunstancias y anécdotas.

¿Cómo eran Las Norias de aquella época?
Comenzaré diciendo que había muy buena gente, todo sencillez, honradez y humildad; hospitalarios, de carácter simpático y abierto, donde la afabilidad se conjugaba con el talante servicial de sus habitantes.

El entorno de Las Norias, aunque árido por sus escasas lluvias, era pintoresco; sus alrededores estaban salpicados de cortijos blancos y casas rurales, donde proliferaban las chumberas, almendros, higueras, almendros, arbustos de alcaparra; vegetación típicamente mediterránea, presidido por la majestuosa Sierra de en medio, que en su cara occidental mostraba huellas de antiguas explotaciones mineras.

Su configuración no ha cambiado:
Dos calles de apenas cien metros (“la Calle de adelante� y “la Calle de atrás�) y algún callejón que otro.

Desde cualquier rincón se escuchaba el tintineo del martillo de la fragua de Felipe que reparaba los distintos aperos metálicos de labranza, o bien, adaptaba herraduras a los distintos animales de tiro; única fuerza motriz de que se disponía.

Miguel “El Gato�, sentado a la puerta de su casa, fumando en su ajada cachimba, dispuesto a conversar, con quien estuviera desocupado, siempre con su singular gracejo personal.

La iglesia antigua muy deteriorada, constaba de una nave central y en su fondo el altar, presidido por la Virgen, y otra nave lateral en su parte izquierda, con diversos arcos que daba a la sacristía.

Los hombres oían misa en la citada nave izquierda y las mujeres en el espacio central.

No había bancos y quines querían estar sentados en las funciones religiosas, traían de sus casas sus propias sillas.

Los sacerdotes que oficiaban venían de Góñar o de Úrcal, y en aquella época escasa en medios de locomoción, el desplazamiento lo hacían en bicicleta, que era el medio más generalizado o bien en burro. La moto vino bastante después.

El estanco, oficina de correos, bar y tienda en general, todo en el mismo local, lo regentaba mi tío Pedro el Jabonero.

Había más tiendas como la anterior, como la de Ginés “el Cura� y José el “Caradura� (estos apodos los pronuncio con el máximo respeto y cariño, pues mi estima hacia ellos era muy grande.

Un bar: el de Pepe, que con su simpática esposa Lucia, hacían de su local un lugar muy agradable. Donde los jóvenes nos reuníamos para tomar una copichuela y pasar divertidos ratos los días de fiesta, en los que organizábamos guateques, pues tenia un “pick up� a pilas dotado de canciones y música moderna del momento.

La peña “La Jovialidad�, agrupaba a dicha gente joven la que bailaba con alegría y desenfado dentro de la mejor cordialidad.

Las chicas eran muy saladas y atractivas en general por ejemplo: Las hermanas Maruja y Cari de Luis el Cura, Josefina y Maruja Carrasco, la otra Maruja y sus hermanas Antonia y Fina, hijas de Ginés, Juanita García, su sobrina Ana Mari Ayala, Lola Morillas…

Los chavales nobles y abiertos: Jose Antonio el Chato, Jose Gil, Frasquito Parra, Juan, Antonio, y Paco Morillas, Los Rufaos (Juan y Alfonso), el picarón de Leonardo, mis primos Paco y Pedro que venían de �guilas, Francisco el de Caridad, Pedrito Ayala, chaval muy avispado.

Otro lugar de reunión era la barbería de Manuel el barbero, que con su risa contagiosa te hacía sentirte de buen humor, al que le ayudaba en sus tareas su hijo Juanillo. Allí acudían los que necesitaban de sus servios de peluquería, o los que iban simplemente a pasar un rato ocioso charlando de temas intranscendentes.

En el lugar no había electricidad, energía que llego muy entrados los años sesenta y a cuya inauguración, por casualidad tuve la suerte de presenciar ya que fue todo un gran acontecimiento.

El útil más generalizado para el alumbrado era el quinqué de gas y el candil de aceite; por lo que llevar consigo una caja de mixtos era lo más práctico.

Tampoco en sus casas había cuartos de baño ni saneamientos de ningún tipo; la palangana, el lebrillo y el caldero era el menaje usado para el aseo personal, pero las palas eran un gran recurso, porque a parte de darnos ricos y sabrosos chumbos, nos ofrecía la discreción para llevar a cabo las distintas funciones escatológicas e intimidades que no son oportunas de relatar.

Se carecía de agua y gracias al “Lavador�, donde nunca faltaba un pequeño chorro del indispensable líquido, Las Norias han podido subsistir a través de los tiempos.
Dicho Lavador se encontraba ubicado en una cueva y prestaba un inestimable servicio, pues allí se hacía acopio del agua necesaria para el consumo y las tareas domesticas y donde las mujeres acudían para lavar las distintas prendas de vestir y menaje en general; sirviendo a su vez de abrevadero para los animales.
La escuela estaba situada en el callejón que había a la espalda de Catalina la Rosa, era de alumnado mixto y la maestra era Doña Leocadia, que diariamente se desplazaba desde Almendritos a Las Norias. Venía en el correo de las doce y se marchaba en el mismo tren de las seis de la tarde.

Posteriormente se construyeron al principio y al fin de la calle de Adelante, dos nuevos centros, hoy desaparecidos de su labor docente.

Al comienzo y al finalizar las clases, los niños en perfecta formación, cantaban el himno nacional, mientras se izaba o arriaba la bandera de España.



LA FIESTA:

Cuatro o cinco días antes llegaba el Polvorista, y en la casa de la tía Maria Morillas, que estaba desocupada, confeccionaba los artilugios pirotécnicos en armazones de caña, que se quemarían el sábado por la noche.

Los mayordomos hacían la colecta pecuniaria de casa en casa y de cortijo en cortijo, para que con la recaudación obtenida poder financiar los gastos de los festejos…

Desde Huercal venían los vendedores de baratijas, petardos, pitos, pelotas elásticas, sortijas de latón, dulces y turrones; instalando sus puestos a lo largo de la calle principal, la que previamente había sido engalanada con cadenetas de papel multicolor, farolillos verbeneros y abalorios variopintos.

Al atardecer una interminable caravana de bicicletas acudían al lugar, animándose sus calles iluminadas por los carburos de los puestos ambulantes.

Tocadores de guitarra en corrillos hacían sonar sus instrumentos para que se bailasen las Parrandas, cantándolas a su vez:
Adiós Sierra de En medio
Adiós Las Norias
Lomicas de Gacia
Y la Cruz de Goñar


O bien: Montar en bicicleta
Quisiera verte
que me han dicho que
montas divinamente.

La Parranda es un baile muy vistoso: las parejas evolucionan dando saltitos acompasados, con distintas mudanzas llenas de ritmo y cadencia, parecidas a las Malagueñas pero más profundas y voluptuosas. Esto daba un colorido y ambiente especial, mientras que otros explotaban petardos y lanzaban carretillas sueltas ante el estupor de las mozas que veían peligrar las medias de cristal recién estrenadas para el evento.; y así entre paseos tragos de cerveza y vino acompañados de morcillas calientes y magros de cerdo, que los tenderos habían sacrificado para el caso, llegaba la hora de los cohetes dedicados.

Ese va para la familia de Alberto y Josefa, Psss…Pumm, explotando en el espacio, y así se continuaba hasta el lanzamiento de estos festeros explosivos.

Como acto culminante de la noche se quemaba un espléndido castillo de fuegos artificiales. Cuyo colorido y estruendo hacían las delicias de los asistentes, levantando ooees de admiración y regocijo.

La banda de música de Huercal Overa, también contribuía con bonitos pasacalles, amenizando el ambiente con sus alegres notas musicales cargadas de bombo y platillo: continuando la fiesta hasta bien entrada la madrugada en que se iba apagando poco a poco y sólo quedaba en sus calles algún borracho despistado y el ladrido lejano de algún perro…


El día siguiente era la festividad de la Virgen; por la tarde se celebraba solemne procesión.

La imagen era sacada del templo tras haber sido subastado el honor de ser los primeros en llevarla en sus andas. La subasta alcanzaba en muchas ocasiones cantidades considerables.

Luis “el Cura� se encargaba de organizar el desfile procesional y poner de acuerdo a los portadores dando golpecitos con su puño en el trono, y así en andas recorría todas las casas del lugar, cantándose en cada una de ellas el himno de la Virgen del Rosario:

¡Oh salve Virgen del Rosario!
La más divina y más santa
De todas las criaturas
Que en cielo y tierra se hallan…

Los estruendos de los clásicos cohetes acompañaban a la comitiva, en la que se observaba el máximo recogimiento y la devoción más profunda.

Terminado este acto daba comienzo a la corrida de cintas, que se celebraba en la era. Allí los mozos demostraban su pericia en el buen manejo de la bicicleta, haciendo verdaderos ejercicios de equilibrio y puntería en las anillas de las cintas, las cuales habían sido bordadas previamente por las chicas de la localidad.


¡Ah!. No quiero que se me pase.

Las Norias tiene un olor especial, que quedo para siempre impregnado, gratamente en mis sentidos; era el olor de la tápena potenciado con el salitre para su conservación. Cada vez que percibo esa aroma me traslado en esencia a mi Patria Chica.


EPÃ?LOGO

Hace pocos días, sobre las tres de la madrugada, viajaba con mi coche por la autovía del Mediterráneo, dirección Alicante. De pronto apareció ante mí el cartel indicador: LAS NORIAS. No pude resistir, pues el poder de atracción actuó en mí como un poderoso y potente imán y sin pensarlo me presente en el pueblo. Sólo me senté en los poyos del atrio de la iglesia y tras saludar a la Virgen, mentalmente, me fume un cigarrillo placida y felizmente, porque estaba de nuevo en mi Tierra Prometida.



Zaragoza, 12 de octubre de 2007 (Día de la Pilarica)



JOSÉ RUIZ CARRASCO

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